Cuando algunos políticos dicen que Perú es un país de izquierda o de derecha, o que hemos sido gobernados por la derecha por 500 años, o cualquier otra etiqueta que se pretenda aplicar, hay que repasar las cifras para concluir que en realidad el Perú no ha querido definirse en esto tampoco. Es como cuando preguntan si somos un país minero o agrícola o pesquero o emprendedor. Somos todas esas cosas, lo que a su vez quiere decir que no somos nada. No nos hemos querido definir y eso nos pasa la factura constantemente.
En las elecciones de 2011 ganó Ollanta Humala con una propuesta más izquierdista e intervencionista, que muchos dirán que a fin de cuentas no aplicó, pero en realidad aplicó lo suficiente para asesinar al milagro económico peruano. Después del gobierno de Humala, la economía peruana no volvería a ser la misma nunca más. Consideremos que él ganó con el 31.7% de los votos válidos. Ganó con una diferencia de poco más de 1,100,000 votos, que es un montón. Comparemos eso con lo que sucedió en el 2021.
Esto ya lo han comentado muchos analistas políticos. En el 2021 Pedro Castillo ganó con una diferencia de apenas 44,263 votos. Esto es menos que la población de San Isidro. Es decir, la victoria de la propuesta leninista mariateguista de Pedro Castillo fue con las justas. De hecho, si identificamos a su contrincante Keiko Fujimori con la derecha, tendremos que en el 2021 sacó poco más del doble de votos de los que sacó en 2011. Entonces, ¿podemos realmente decir que somos un país de izquierda?
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Somos más bien un país confundido que no sabe lo que quiere y eso siempre lo hemos sido. Dediquémosle más esfuerzo, entonces, a la discusión de las ideas y de las propuestas que nos permita ir afinando una economía que nos deje progresar a todos los que trabajamos y aportamos al desarrollo del país. Para eso necesitamos más think tanks, más centros de investigación, más líderes de opinión. Pero de verdad, que manejen cifras y que acepten la evidencia indiscutible. Que no se aguante la risa cuando una candidata diga que podemos reemplazar la minería por la industria de cuyes o que llame a seguridad cuando un exministro insista en defender la vergüenza nacional que es la refinería de Talara y las deudas multimillonarias de Petroperú.
Ya saben. Analistas que pongan la evidencia por delante de la ideología y sepan comunicarla.
La buena noticia es que eso ya está sucediendo. La mala -para algunos- es que eso los está dejando atrás. Gremios y empresarios que creían que esto no era necesario y se quedaron dormidos en los laureles del crecimiento económico, por ejemplo. Líderes de opinión que siguen creyendo que ir a medios a vomitar cifras es suficiente, también. Tecnócratas que creen que están descubriendo la pólvora al hacer lo que ya se hacía décadas, más aún. Todos ellos poco a poco irán pasando a ser parte del problema, no de la solución. Y habrá sido enteramente su decisión, porque pudieron haber jugado en equipo con los demás.
Lo que estas últimas elecciones y la crisis política actual nos muestran es que la gran mayoría de líderes políticos y empresariales están en la luna. Y no, no es que no han puesto plata, porque sí la han puesto… a proyectos tibios que no tienen impacto. Y no, no es que no han participado en política, porque sí han dado declaraciones y hasta han postulado al Congreso. Aquí el problema es que están mal asesorados y les han alimentado cuentos. Tienen la opción de subirse al tren antes de que se vaya sin ellos. Después no se quejen.
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Economista