Es sorprendente cómo la sociedad peruana está tan bien programada para seguir manteniendo la mediocridad, de tal manera que nunca salgamos del subdesarrollo. Esto, por supuesto, no es casualidad. Es consecuencia de años de haber dejado la batalla cultural y de haberle permitido ganar por walk over a un grupo que añora el día en el que el modelo económico colapse para por fin demostrarnos a todos que la Constitución del 93 es mala y que el estatismo de Velasco es el camino hacia el progreso.
Esto se puede ver con mucha claridad cuando se discute algo tan obvio como el desastre que tuvimos en el Perú de gestión de la pandemia. Como nunca nos deberíamos cansar de repetir, el Perú tuvo el más alto ratio de muertes por mil habitantes de todos los países del mundo. Es decir, oficialmente somos los que peor manejamos la crisis en todo el planeta. Las decisiones del presidente Vizcarra y del ministro de salud Zamora -tan criticadas en su momento, por gusto porque gozaban de la protección de los líderes de opinión usuales- nos llevaron a tan nefasto resultado.
Eso por sí solo debería ser motivo de vergüenza masiva nacional. Y por supuesto que es culpa de todos nosotros. De algunos medios por defender obsesivamente a estos dos personajes, como suele ser el caso porque se enfrentaron directamente con los políticos que les caían mal. De algunos médicos que avalaron sus decisiones desde sus programas de radio grabados desde otros países. De otros médicos por no ser más agresivos en la difusión de la información verdadera que necesitaba la población para reconocer que estábamos en manos de dos orates. De todo el resto por dejarnos manipular. Etc, etc.
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No obstante, cuando se introduce algo de todo esto a una discusión en redes sociales o en una entrevista sobre el tema, muchos saltan de inmediato a atacar a las clínicas privadas, como si hubiese sido culpa de ellas el desastroso resultado de la mala gestión de la pandemia que tuvimos. Tengamos en claro que por ley la responsabilidad de atender a todos los peruanos que tenían covid era del Estado. Que no lo haya podido hacer es el punto de partida del mal resultado. Todo lo que venga después es otra discusión.
Muchos de nosotros estamos tan bien programados que lo hacemos sin darnos cuenta. Lo mismo sucede, por ejemplo, con el sistema de pensiones. Uno no puede cuestionar la ineficiencia de la opción pública de administración de pensiones sin que de inmediato salten a la yugular de las AFP. Sí, las AFP tienen mucho que explicar. Sin embargo, eso no quita que la ONP también tenga sus problemas y que, dado que sus pérdidas las estamos cubriendo todos los peruanos, tengamos el derecho de criticarla.
Ejemplos nos sobran. En parte esto se debe a que la reforma de sectores como el de salud, si bien beneficiaría a todo el país con un sistema que salve más vidas, perjudica a un grupo enquistado que perdería sus beneficios extraordinarios. El caos en el que se encuentra favorece a unos cuantos. ¿Y qué deben hacer para bloquear todo intento de reforma? Fácil. Cada vez que alguien levante el dedo, apuntar a las clínicas privadas. Y listo, con eso se sacan la luz de encima. Los medios, que han estudiado para ser activistas políticos antes que para ser periodistas, caen en la trampa siempre y así es como terminamos haciendo nada por décadas. Porque nos dejamos distraer. Ellos saben cómo hacerlo. Y al otro lado de la trinchera tenemos científicos analistas que solo saben vomitar cifras cuando los invitan a entrevistas.
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Economista