Regresé al Perú después de medio año; y en esa ocasión me encontraba volviendo tras estar fuera más de 10 meses. En ambas ocasiones me encontré con un elemento increíble, que parecía sacado de una novela de realismo mágico, volviéndose casi risible al ser visto en la realidad.
En plena Javier Prado, una de las vías más importantes de la capital, se hacen presentes tres huecos continuos antes de subir al bypass del Óvalo Monitor Huáscar, en dirección a Avenida La Molina.
Es decir, ya no es solo la mala planificación de aquella obra, que amplía la vía a cuatro carriles para luego desembocar en tres, si se quiere ir hacia San Borja, causando un cuello de botella. O que inmediatamente después del desnivel, el conductor se encuentre con un semáforo que causa una fila interminable de carros que permanecen atrapados en la rampa.
Al malestar que ocasiona esto, le debemos añadir la nula atención a aquellos huecos en el carril izquierdo.
Puede parecer una tontería, un hecho trivial. Una minucia que a comparación del resto de problemas que acontecen en la ciudad, no es nada del otro mundo.
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Sin embargo, esos míseros tres huecos – que son una porción insignificante del total que hay en todas las pistas y carreteras del Perú – son el reflejo de un país en el que las autoridades desatienden las necesidades de la población y de una sociedad que vive acostumbrada a esa desatención.
Son una de las ventanas que deja ver nuestra realidad. Una que nos muestra entidades gubernamentales desentendidas de la población. Gobernantes y políticos que hacen oídos sordos ante las necesidades más urgentes de los ciudadanos y, lo que es peor, una sociedad pasiva frente a las injusticias, que se vuelve cómplice del mal trabajo de los que están en el poder.
Evidentemente, no lo digo solo por los huecos de la Javier Prado. A estos los tomo como punto de partida para extender mi crítica hacia otros ámbitos más urgentes: salud, educación, saneamiento, agua potable, transporte y desarrollo económico.
Porque un país que retrocede en los avances que venía mostrando, teniendo carencias enormes en los campos mencionados y en mal estado sus vías principales – haciendo una mención de honor al triste entorno que rodea al aeropuerto internacional, que es la primera impresión de la mayoría de extranjeros que entran al país – está condenado a permanecer en vías de desarrollo por un largo tiempo.
Que las promesas que hechas el 31 de diciembre a la medianoche, no se limiten a ser sobre membresías en gimnasios, viajes familiares y retos personales. También debería de estar presente el compromiso con nosotros – y con el país – de no permanecer callados frente al mal trabajo de los gobernantes que, se supone, deberían velar por la mejora del bienestar de la población.
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Estudiante de economía