Hace un par de meses, se hacía oficial que el Perú entraba en recesión técnica. Un escenario indeseable para cualquier país; más aún para uno en vías de desarrollo. Una realidad que fue negada por el ministro de Economía, hasta que los datos del INEI y las evaluadoras de riesgo se hicieron de conocimiento público.
Como lo comenté en su momento, de hacerse una realidad tangible para cierre de año, lo que hasta ese momento era una proyección, nos encontraríamos ante el peor desempeño de la economía peruana en los últimos 25 años.
Ya no son meras proyecciones; mucho menos especulaciones. A día de hoy, es un hecho decir que, omitiendo el año de la pandemia, nos encontramos ante el peor desempeño de nuestra economía en ese período de tiempo.
Nos lo hace saber el comportamiento ya no solo del PIB, sino de la inversión total, de la recaudación fiscal – necesaria para la elaboración de obras públicas –, de la actividad minera (aunque este declive se debe también a un comportamiento de los mercados internacionales) y de los salarios reales.
Indicadores que reflejan la alarmante situación en la que nos encontramos; que, como sostuve en su momento, es consecuencia, en gran parte, del entorno político del país. Uno de constantes turbulencias que han causado desconfianza en los inversionistas, reduciendo así la actividad económica.
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Ahora bien, alguno podría argüir que durante el año de la pandemia estuvimos peor y que luego logramos recuperarnos. No le faltaría razón en afirmar ello, al menos no en cuanto a los indicadores. Sin embargo, lo que diferencia este período del de 2020 es que, en este último, no solo fue el Perú, sino todo el mundo el que padeció de una estremecida económica.
Es decir, sin pandemia, volvemos a ser el país en vías de desarrollo que debe luchar por salir adelante y por mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. No obstante, en vez de continuar por el camino que nos conducía a alcanzar aquellos objetivos, hemos empezado a dar marcha atrás. Hemos dejado de ser uno de los líderes de la región y ejemplo de modelo económico, para ocupar los últimos puestos de desempeño.
El crecimiento económico ininterrumpido que experimentábamos desde la década del 90 ha sido interrumpido.
Me gustaría decir que la economía de nuestro país es como un auto que, al ir por una carretera a velocidad constante, empieza a toparse con baches que lo obligan a reducirla. En ese caso el carro seguiría avanzando, pese a que con una menor velocidad. Pero nuestro caso es más como el de un carro que va por la Panamericana Sur y se encuentra con un bloqueo de la carretera – de los que hemos tenido hasta decir basta, con Castillo y Boluarte – y se ve obligado a retroceder.
Esta es la situación de nuestro país, una peor que la del año anterior; pero, por cómo van las cosas, mejor que la del próximo año.
Hace falta un cambio importante en nuestro país, en nuestra cultura y educación, para que los políticos nefastos que empeoran las situaciones de nuestras familias y brillan por la mediocridad de su paupérrimo trabajo, dejen de llegar al poder. Voltear la vista hacia países que han tenido un cambio sustancial, como Argentina o El Salvador, podrían darnos algunas luces de cómo conseguirlo.
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Estudiante de economía