En el Perú el pensamiento conservador y liberal no se desarrollaron en la academia por falta de organicidad académica. La investigación desde las ciencias sociales se hacía desde universidades progresistas y los libros que había que leer tenían una progenie marxista en disciplinas tan diversas como la historia, la filosofía, la antropología, y, en general, el análisis del Perú.
Un libro formativo esencial en la Pontificia Universidad Católica era Apogeo y crisis de la República Aristocrática (Alberto Flores Galindo) en el que el juicio análisis se dirige a las viejas prácticas oligárquicas del civilismo. La economía y hasta la teología se centraban en una visión de conflicto. Hayek, Mises, Rothbard parecían no haber sido descubiertos y la escuela de Salamanca era un misterio.
Era la escuela de Frankfurt, el enfoque sociológico y la lucha de clases o el materialismo que prescindía de la sustancia salvífica y espiritual de la religión. La principal ONG peruana fue el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), que reunía a la intelectualidad de izquierda, productora de los libros centrales de la academia. Data de 1964 y fue dirigida durante veinte años por José Matos Mar, que trazó las líneas del Perú de los 80 con Desborde popular y crisis de Estado.
Progresivamente fueron proliferando diversas ONGs cuyo enfoque protector se centraba en los derechos humanos, bajo la línea de la relativización de la soberanía de los Estados y la defensa abogadil de las personas ante la justicia supranacional. Obvio que en la definición “solo el Estado viola derechos humanos” y, por tanto, es el Estado el demandado ante esta justicia naciente amparada por los Estados suscritos de América. Si el contexto en el Perú es el de la violencia terrorista, los demandantes serán (en buen número) quienes le declararon la guerra al Estado y la sociedad peruana.
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El gran error de la derecha liberal fue no constituir think tanks que ganaran espacio en la academia, en los estantes de las bibliotecas universitarias, en la mente de la cátedra. Se careció de investigadores y productores de libros, de mesas con análisis (como las del IEP) y de intelectos que se posicionaran. La única institución importante fue el Instituto Libertad y Democracia, enfocada en la economía informal y esa emergencia liberal naciente y esperanzadora. Hernando de Soto, Enrique Ghersi y Mario Ghibelini asomaban como una primera luz de investigación y pensamiento. Antes y después la misión académica conservadora y liberal cumplieron su tarea en la prensa, aunque en menor escala. Mario Vargas Llosa trajo el pensamiento liberal moderno a raíz de su incursión en la política.
Libros de investigación liberal no existían, ni en historia ni en filosofía ni en ciencias sociales ni en derecho. Las ciencias jurídicas incluso, recibieron el flujo progresista en la Facultad de Derecho de la PUCP con los Wisconsin boys.
La izquierda y el centro progresista recibían financiamiento de las agencias de Estados Unidos y los países nórdicos según proyectos. Fabricaban libros, investigaban, discutían, hacían arte crítico. Los liberales y conservadores se miraban el ombligo o sus negocios, bregaban por la protección mercantilista del Estado o encontraban su reducto en el Ministerio de Economía como técnicos asalariados del Estado.
Era difícil que liberales y conservadores obtuvieran dinero de las agencias. No tenían tampoco un Soros, carecían de agenda y de temas. Quienes podían financiar ONGs de “derecha” estaban ocupados haciendo negocios. La CONFIEP tenía una mirada corta y la empresa podía aliarse a Velasco, el primer García, Toledo y demás.
Es momento de trabajar el Perú más allá de Gramsci, a través de una creación heroica en todas las disciplinas. Investigaciones, libros, mesas, seminarios… Las batallas modernas se dan en las urnas, pero primero en las mentes de las personas.
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Abogado y escritor