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No lo toquen que se rompe | Opinión

Ante los acontecimientos políticos de estos días, podemos tener en cuenta que el Perú vuelve a mostrar su lado indiferente, dándole la espalda a los políticos y a sus estrategias, mientras los supuestos representantes de la patria juegan a favor de unos y de otros, el peruano de a pie no quiere saber nada de política (y no es para menos). Sin embargo, una sociedad que es indiferente ante la realidad que vive regala tácitamente su propio futuro a cualquiera.

Todos tienen la culpa, desde la izquierda y los progresistas que se han dedicado a armar psicosociales echándole la culpa de todos los males al fujimorismo hasta a muchos de la supuesta derecha que ve a la democracia como un mal que hay que contrarrestar y no como una herramienta en la que el ciudadano debe ejercer, responsablemente y en libertad, su deber.

La última protesta que intentó hacer la izquierda fue contra la bicameralidad y tal vez la próxima sea contra la liberación de Alberto Fujimori. No obstante, lo que se puede observar es que ya no tienen la misma capacidad de convocatoria que años anteriores y, sin necesidad que alguien se tome el trabajo de atacar la credibilidad de estos, la han perdido por esfuerzo propio. Subestimaron a muchos peruanos y pensaron que todo lo que la izquierda sectaria catalogaba como antidemocrático iba a ser creído y, probablemente, las primeras veces lograron ganar a muchos incautos, pero la gente se cansa y se da cuenta del engaño.

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Es cierto que hay pocos representantes políticos dignos de apoyar, pero también es cierto que la política es un síntoma de la cultura que tenemos. De hecho, la mayoría de inestabilidades que ha atravesado el país, siempre iniciaron cuando la ciudadanía, irresponsablemente, da por cierto cualquier información que se resuma en una frase de odio y la convierten en un lema que los moviliza a tomar un bando. Es así que tenemos como resultado un escaso debate público y una polarización mediática que abre heridas y las vuelve a punzar.

El Perú está resignado, piensa que el país como está, funciona todavía (sobre todo si ve a los vecinos como Chile o Argentina). La idea de “no lo toques que se rompe” es la descripción más precisa de nuestra endeble democracia y la debilitación que han sufrido nuestras instituciones. Antes de pensar en el “que se vayan todos”, deberíamos pensar que finalmente todos somos responsables y que todavía estamos a tiempo de hacer bien las cosas.

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