Cultura

Breve tratado de la suerte | Opinión

Según el determinismo la suerte está echada de antemano. Navegamos en el río sin vuelta de Heráclito y en la dialéctica de Hegel, aquella por donde vamos a dar a la mar. Lo que se afirma hoy se negará mañana y así sucesivamente para seguir avanzando hacia lo inexorable. Los versos de Jorge Manrique, aunque dolidos por la muerte del padre entrañan esa filosofía, aunque sea la muerte tomada por destino.

En el Tao Te King, la inacción es la sabiduría, el wu wei como correlativo a la naturaleza del universo es dejarse llevar porque nunca llegaremos al puerto que trazamos, nos arrastran siempre inextricables fuerzas.

¿Y dónde queda la libertad humana? Para Maquiavelo todo es el juego de la virtú e fortuna. El azar y la voluntad se tornan en un entrevero de vientos que se cruzan sin que podamos prever un destino. Si existiera una inescrutable ley que fijara dónde habremos de llegar, la razonabilidad de la acción no existiría y, por tanto, no existirían las decisiones libres, solo el viento que arrastra.

Sin embargo, el azar es solo un concepto, pues las decisiones más pequeñas y cotidianas, más libres y espontáneas, son las que nos conducen en un itinerario impreciso que confundimos con la suerte. Un hombre se aburre, carga el peso de una tarde a solas y decide salir de casa, primera decisión libre. Camina hacia el parque, segunda decisión, y entre diez bancas elige una, tercera decisión… Se sienta y muy cerca un volquete descarga una masa de arena que le sobrevuela hasta mancharle la ropa.

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Existe, como titula Borges, un jardín de senderos que se bifurcan, múltiples posibilidades entre las que elegimos ciegamente para concretar en una vida que asemeja a un árbol que perpetua y trágicamente ramifica.

Aquel hombre vuelve a casa y decide, entre cuatro lavanderías, precisamente aquella donde conocerá al amor de su vida. Coinciden, se aproximan, se casan y tienen un hijo que cuarenta años más tarde será el tirano que ejecute a millones de seres humanos. Horror futuro porque cuatro décadas antes un hombre se aburrió y decidió salir al parque…

La vida se constituye por una sumatoria de acciones libres que señalan el rumbo impredecible del hombre perplejo. Nada se determina, no somos víctimas de una ley inmutable, sino de la libertad, de esa a la que, según Sartre, estamos condenados y que Kundera desde La insoportable levedad del ser le reclama para que la vida sin ensayo ni retorno deje de ser un viaje repleto de desengaños.

No son leyes inmutables las que nos rigen; ni aún las de la ciencia, siempre refutables al decir de Popper. Son las pequeñas y libres acciones humanas las que se reúnen como causa general de lo futurible dentro de las miles de posibilidades existentes.

Una breve y minúscula decisión, salir un minuto tarde o virar a la derecha y no a la izquierda es lo que marca nuestra vida y acaso nuestra muerte. No somos esclavos del destino, sino sus azorados y crispados hacedores.

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