Con el paso de los últimos años, en los que han acontecido diversos sucesos de impacto global, ha resultado evidente que la economía es un aspecto que afecta a todos los individuos de la sociedad.
Gregory Mankiw, economista graduado de la Universidad de Princeton y actual profesor en Harvard, entendió esto hace algunos años. Es por esto que en su libro “Principios de la economía”, referente en el estudio microeconómico, realiza una explicación de 10 principios que él identifica en esta ciencia social.
Si bien estos sirven de punto de partida para el estudio de conceptos económicos más avanzados; resultan de fácil comprensión para los no economistas.
Es por esto que considero oportuno brindarle al lector, en un total de tres artículos, un breve acercamiento a los principios en cuestión con la intención de que pasen a formar parte de la vida cotidiana de todo aquel que los lea.
1.- Las personas enfrentan disyuntivas
El primer principio de la economía es que las personas, constantemente, enfrentamos disyuntivas. Es decir, tenemos que tomar decisiones para lograr un objetivo y estas, generalmente, nos llevan a renunciar a aquello que consideramos de menor valor en comparación a lo que terminamos escogiendo.
Algunas de las disyuntivas más recurrentes en el debate económico son: estudiar o trabajar y eficiencia (extraer el máximo beneficio de los recursos escasos de una sociedad) o equidad (distribuir igualitariamente esos beneficios entre sus miembros).
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Aunque no necesariamente se debe escoger un extremo u el otro, como se explica cuando se detalla en los temas microeconómicos, estos ejemplos ayudan a comprender mejor el primer principio que aplica también para instituciones, empresas y gobiernos.
2.- El costo de una cosa es aquello a lo que se renuncia para obtenerla
Cuando nos enfrentamos a disyuntivas, es necesario realizar un análisis de los costos y beneficios para escoger la alternativa de mayor valor. Sin embargo, no siempre resultan evidentes por sí mismos. El ejemplo propuesto por el autor ayuda a comprender mejor esta idea:
«Considere, por ejemplo, la decisión de asistir a la universidad. El beneficio será el enriquecimiento intelectual y tener mejores oportunidades de trabajo, pero ¿cuáles serán los costos? Para responder a esta pregunta quizá estemos tentados a incluir cuestiones como el dinero que se gastará, los libros, el alojamiento y la manutención. Sin embargo, este total no representa realmente aquello a lo que renunciamos cuando decidimos estudiar un año de universidad. Hay dos problemas con este cálculo: el primero es que incluye cosas que no son realmente los costos de estudiar en la universidad, ya que aun cuando usted abandonara los estudios, de cualquier manera necesitaría gastar en alojamiento y comida, los cuales son costos de ir a la universidad sólo en la medida en que son más caros en la universidad que en otros lugares. Segundo, este cálculo ignora el costo más alto de asistir a la universidad: el tiempo. Cuando uno decide pasar un año asistiendo a clases, leyendo libros de texto y escribiendo trabajos, ese año no puede dedicarse a trabajar. Para la mayoría de los estudiantes el costo más alto de asistir a la universidad es dejar de ganar el dinero que generarían si trabajaran». (Mankiw, Principios de Economía, 2012, p. 5 – 6)
A este principio se le conoce como costo de oportunidad, la segunda propuesta de mayor valor a la que renunciamos para conseguir aquello que estimamos mejor.
3.- Las personas racionales piensan en términos marginales
Este principio parte del supuesto de que las personas somos racionales y que, en consecuencia, «sistemática y deliberadamente» hacemos todo lo posible para lograr nuestros objetivos.
Para los economistas, las personas racionales saben de antemano que no todo es blanco y negro, sino que existe una gama de grises entre ambos extremos. En consecuencia, la mejor forma de calcular el beneficio (o perjuicio) que nos generaría la toma de una decisión, es analizando qué escala de gris tomar.
El cambio marginal es el término empleado para describir los pequeños ajustes que los individuos realizamos a un plan que ya existía. Por ejemplo, decidir si tomar esa “última cerveza” un jueves por la noche o si detenernos en la que acabamos de beber. Se le llama marginal porque nos referimos al borde o extremo (margen) de la decisión.
Las decisiones racionales, a menudo, se toman comparando los costos y beneficios marginales. Según este enfoque, si somos tomadores de decisiones racionales, solo emprenderemos acciones que tengan beneficios marginales superiores a los costos marginales asociados.
El siguiente ejemplo nos ayudará a entender mejor este concepto:
«¿Por qué el agua es barata y los diamantes son caros? Los seres humanos necesitan el agua para sobrevivir, mientras que los diamantes son innecesarios; pero por alguna razón las personas están dispuestas a pagar mucho más por un diamante que por un vaso de agua. La razón de esta conducta se encuentra en el hecho de que la disposición de una persona a pagar por un bien se basa en el beneficio marginal que generaría con una unidad más de ese bien. Así, el beneficio marginal depende del número de unidades que posea esa persona. Aun cuando el agua es esencial, el beneficio marginal de tener un vaso más es casi nulo debido a que el agua es abundante. En cambio, aun cuando nadie necesita diamantes para sobrevivir, el hecho de que sean tan escasos provoca que las personas piensen que el beneficio marginal de tener un diamante extra es más grande». (Mankiw, Principios de Economía, 2012, p. 6)
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Estudiante de economía