Hace tan solo dos días, entrada la noche del martes 22, el Rey Felipe VI propuso a Alberto Núñez Feijóo como candidato a ser el próximo presidente del país europeo. Esto compone la continuación de una tradición en aquel país: que el presidente del partido más votado sea propuesto por el rey como el candidato a ostentar el mando de La Moncloa durante los próximos cuatro años.
Este hecho, que al elector peruano le puede resultar extraño, se da porque el sistema de elección es distinto. En nuestro país somos nosotros quienes elegimos al presidente para el próximo periodo mientras que, en España, los ciudadanos votan al partido de su preferencia y esto les otorga una cantidad de curules – o escaños – en el Congreso de los Diputados en base a su sistema de peso electoral según regiones.
Posterior a la designación de escaños, que se compone de un total de 350 diputados, se inicia el proceso de investidura: se forman alianzas entre bloques de ideología similar para intentar alcanzar la mayoría absoluta (176 votos) y así poder aceptar o rechazar – en el debate – al candidato que el rey proponga. Es decir, aunque generalmente el presidente suele ser el líder del partido más votado, no necesariamente tiene que ser así.
En estas elecciones generales, pese a que las asperezas entre el Partido Popular (PP) y Vox parecen haberse limado y que la coalición de derecha, conformada previamente por el PP, la Coalición Canaria (CC) y la Unión del Pueblo Navarro (UPN), se muestran confidentes de contar con el apoyo del partido de Santiago Abascal, aún no llegan a la mayoría absoluta que les garantice el nombramiento de Feijóo. Hasta el momento, contaría con 171 votos a favor de la investidura del líder del PP.
TE PUEDE INTERESAR: ¿Quién ganó las Elecciones Generales en España?
La contraparte, liderada por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), ostentaría 178 escaños, contando entre ellos con los 5 del Partido Nacionalista Vasco (PNV), que en un inicio se pensó que apoyaría al bloque de derecha.
En vista de todo lo anterior, resulta evidente que la derecha española se encuentra en una situación que apremia actuar con urgencia y madurez política. Un panorama en el que se tendrán que tejer alianzas con la inmediatez que representa la cercanía temporal al 26 de septiembre, fecha fijada para la primera sesión del debate sobre la investidura de Feijóo.
Un apuro que es consecuencia de la anti campaña que hizo el Partido Popular contra Vox, donde se sumaron a la lista de partidos que los tildaron de extrema derecha, contribuyendo a la decadencia en la cantidad de escaños que consiguió la gente de Abascal en estas elecciones, con respecto a las del 2019. Una mala jugada política que fue reconocida por los barones del PP, quienes señalaron que no se debió favorecer a la izquierda a través de incentivar “el voto del miedo”.
Ha tenido que pasar un mes desde las elecciones – y muchos más desde que inició la campaña – para que Feijóo y los suyos hayan volteado la vista hacia quien siempre pudo haber sido su principal aliado. Un tibio Partido Popular que, ante la probable posibilidad de no llegar a gobernar, recién empieza a ser consciente de su error.
Un futuro incierto es lo que le depara a España hasta el próximo mes; un futuro que, de no llegarse a la mayoría absoluta por el bloque de derecha, podría estar principalmente caracterizado por un constante deterioro de la economía y del sostenimiento social del país.
En ILAD defendemos la democracia, la economía de mercado y los valores de la libertad. Síguenos en nuestras redes sociales: bit.ly/3IsMwd8
Estudiante de economía