Brasil está jugando sus cartas, y hasta el momento se está inclinando por el bloque que le ofrece una mayor participación y voto en la toma de decisiones globales, siguiendo a la par el objetivo de la izquierda en la región, implantar esta ideología socialista en nuevos Estados y ser acreedor de un mayor control regional liderado por Lula da Silva. El retorno de este último al poder en Brasil ha generado una serie de movimientos como declaraciones que han sacudido la política exterior del país en sus relaciones con Europa y el mundo.
Lula ha sorprendido a la comunidad internacional con sus comentarios acerca de la guerra en Ucrania, sugiriendo que los aliados de Zelenski están prolongando el conflicto al proporcionar armas y apoyo a Kiev. En consecuencia, esto originó críticas por parte de Washington, que acusó al presidente brasileño de repetir la propaganda de Putin y Xi Jinping. No obstante, a pesar de las tensiones iniciales, Lula posteriormente condenó la violación de la integridad territorial de Ucrania, abogando por las negociaciones de paz, donde su papel como mediador en el conflicto sigue siendo incierto por ser partidista de la política exterior del Kremlin.
Además, Lula ha desafiado las políticas occidentales al negarse a firmar una declaración de las Naciones Unidas que reprenden las violaciones de los derechos humanos en Nicaragua por parte del dictador Daniel Ortega. Inclusive, el pasado 02 de marzo del presente año, el gobierno brasileño autorizó el atraco de dos buques de guerra iraníes en Río de Janeiro, ocasionando el repudio de las autoridades israelís, quienes declararon el hecho como peligroso y lamentable. Por el lado del grupo de los BRICS, Brasil planteó el reemplazo del dólar en el comercio internacional, siendo un duro golpe para la hegemonía estadounidense. Cada uno de estos movimientos de la política exterior brasileña han generado preocupación en Occidente y podrían llevar a una reevaluación de la posición de Brasil en el escenario internacional.
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Sin embargo, a pesar de las controversias en la política exterior de Lula, Brasil está avanzando en acuerdos comerciales importantes con Occidente. Donde el objetivo de Brasilia es la firma de un acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea, el cual actualmente se encuentra en debate debido a las preocupaciones ambientales existentes, habiendo estancado las negociaciones.
Por otro lado, la polémica más reciente de Lula ha sido su cuestionamiento a la firma de Brasil del Estatuto de Roma, que creó la Corte Penal Internacional (CPI). Inicialmente, este afirmó que no permitiría la detención de Vladímir Putin, quien enfrenta una orden de detención internacional, si este último asistiera a la cumbre del G20 en Río de Janeiro del 2024. A pesar de ello, luego graduó sus declaraciones, señalando que sería el poder judicial brasileño el que decidiría sobre la detención de Putin y no el Gobierno. Esta controversia plantea dudas sobre el compromiso de Brasil con la CPI y su papel en la justicia internacional.
A partir de estos hechos, ¿cómo se debe entender el rol actual de Brasil en el sistema internacional?
En resumen, el regreso de Lula al poder en Brasil ha llevado a cambios en la política exterior del país, con comentarios controvertidos sobre Ucrania, desafíos a políticas occidentales y una reconsideración de la relación de Brasil con la CPI. Además, estas acciones por parte de Brasil han demostrado su verdadero rol en el sistema internacional, siendo este un actor económico clave supeditado a los intereses de Moscú y Pekín en su objetivo por restablecer el orden mundial y contar con una mayor aceptación e influencia en el continente americano, el cual irónicamente presenta cierto grado de resentimiento hacia la potencia norteamericana y a lo que respecta a la democracia estatal.
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Estudiante de relaciones internacionales