La humedad ha inundado la casa. Esta vez el cielo en Lima está más gris que nunca y entiendo que el café será insuficiente para paliar esta nostalgia que raras veces se apodera de mí.
Cada vez que me propongo a escribir esta columna lo hago como si se tratara de una revancha, como si en la anterior hubiera sido derrotado. Pero aquí vamos otra vez.
Hace una semana, en la oficina, un profesor se acercó y me hizo una confesión muy ufana que hasta ahora me retumba: “Yo solo vengo a dictar el curso. Es problema de los alumnos si aprenden o no”. Quedé piedra. Mi asombro fue notorio y, como si se tratara de un farmacéutico, le di algunas “recomendaciones”. En esta columna quisiera llamarlos “analgésicos”. Aquellas que son necesarias tomarlas diariamente, si es posible una hora antes de ingresar a dictar.
• Primer analgésico: El buen docente tiene un concepto positivo de sí mismo y su trabajo; es decir, asume su identidad (un verdadero profesional de la educación) y está seguro de que con su trabajo/servicio está promoviendo y fortaleciendo el desarrollo social, moral e intelectual de sus alumnos.
• Segundo analgésico: El buen docente tiene expectativas positivas de sus alumnos, de principio a fin. En otras palabras, colega, deje de comportarse bajo la guía de esas construcciones sociales. No etiqueten a sus alumnos.
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• Tercer analgésico: Los buenos docentes son humanos, empáticos y amigables. Tienen la capacidad de construir un ambiente agradable y estimulante a favor del aprendizaje. Sonría que es saludable.
• Cuarto analgésico: Deje de hacer lo mismo y no coloque como excusa el tratamiento de su asignatura. Desaprenda hoy mismo. Bien señaló Eduard Punset, “(…) desaprender la mayor parte de las cosas que nos han enseñado es más importante que aprender”. El reto radica en comprender que el alumno contemporáneo es creativo, colaborativo, móvil y acostumbrado a obtener conocimiento de manera discontinua. Alvin Toffler precisó que “los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender”.
• Quinto analgésico: Su función no es proveer o facilitar conocimientos. ¡No! Su función principal es promover y desarrollar los procesos de aprendizaje, de tal modo que los alumnos reflexionen, investiguen, comprendan y sean estratégicos.
• Sexto analgésico: Que tu alumno repita de memoria un concepto no demuestra que ha aprendido. En tal sentido, es necesario que apliques estrategias que ayuden al estudiante a analizar y reflexionar sobre el conocimiento que se va adquiriendo.
Finalmente, luego de escuchar mis “recomendaciones”, el profesor agachó la cabeza y pude escuchar lo siguiente: “Me enfocaré en corregir y replantear algunas cosas. Me comprometo a hacerlo”. Entonces, pude observar en sus palabras pequeños brotes verdes de esperanza.
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Escritor y profesor