Actualidad

El fracaso de un docente | Opinión

Hace poco leí una columna de la escritora Rosa Montero donde señalaba que no hay nada más falso que dividir el mundo entre vencedores y perdedores, ya que la vida es un continuo de altibajos. Bien quisiera apropiarme de esa idea; es decir, interiorizarlo, pero dadas las circunstancias me resulta imposible. Paso.

En mi última columna (“Mi primera chamba”) formulé la siguiente pregunta, ¿hasta qué punto estamos dispuestos a fracasar como docentes? Ahora bien, no pretendo ensalzar las ruinas o adornar lo resquebrajado. Tampoco mostrar una inclinación natural hacia lo negativo. Por favor, no se malinterprete. De hecho, usted no sabe que al escribir estas líneas me invade la culpa al recordar este texto de Borges: “¿Por qué nos atrae el fin de las cosas? ¿Por qué ya nadie canta la aurora y no hay quién no cante el ocaso? ¿Por qué nos atrae más la caída de Troya que las vicisitudes de los aqueos? ¿Por qué preferimos el Infierno de la Comedia al Paraíso? ¿Por qué, de todos los personajes de la Comedia, Ulises es acaso el más memorable?”. ¡Cuánta verdad! Es muy probable que nuestra época sólo esté acostumbrada a la tragedia y a la elegía, ya que para muchos la pesadilla es mucho más atractiva que el sueño. Pero, vamos, no quiero llegar tarde a las cosas importantes por prestar atención a la tristeza y a la melancolía.

⚫ TE PUEDE INTERESAR: Analgésicos para un docente

En esta ocasión -permítanme la licencia- volveré a escribir sobre el fracaso, más precisamente la de los docentes. Se sabe hasta el hartazgo de que el sistema educativo está enfermo y requiere medicación inmediata. Pero si volteamos la mirada al papel que desempeña el docente dentro del aula nos daremos cuenta de que estamos frente a una tragedia silenciosa. Nada de lo que estoy escribiendo pretende ocultar que soy de carne y hueso; en otras palabras, sé a la perfección lo que es estar frente al pelotón de fusilamiento, me refiero a las miradas de los alumnos. Descubrirán, aunque no a todos les parezca bien, que hay muchos profesores (incluso universitarios) que ingresan al aula como si tuvieran que pagar una condena. ¡Qué agonía tener que sobrevivir haciendo algo para lo que no estás hecho! Quizá por eso muchos niños, adolescentes y jóvenes no están aprendiendo a pesar de estar fielmente en el aula. Escribo esta idea y termino espantado.

Philip Roth, en su libro “El profesor del deseo”, decía que no hay nada que pueda compararse a un aula, ya que es el mejor lugar donde un estudiante puede ser escuchado. En tal sentido, el profesor tiene un trabajo que no sólo radica en enseñar, sino en asegurarse de que sus alumnos estén aprendiendo. Aunque el trabajo sea complicado debido a una sociedad dinámica, debemos hacer un esfuerzo distinto cada día y no caminar en la ribera del fracaso.

📢 En ILAD defendemos la democracia, la economía de mercado y los valores de la libertad. 👉 Síguenos en nuestras redes sociales: bit.ly/3IsMwd8

Deja un comentario

Your email address will not be published.

You may also like