Extraído de SFL Opinión. La comunidad científica y ciertas entidades, como el Ministerio del Ambiente (Minam) o el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), llevan tiempo alarmándonos de que si no queremos que el cambio climático ponga en riesgo nuestras vidas, no nos queda más remedio que reducir la emisión de gases de efecto invernadero, y, por lo tanto, optar por otros agentes menos contaminantes.
Uno de los sectores que más se critica por ese fin es al de transporte, y la aparente maravillosa solución son los autos eléctricos.
Esta solución es fomentada por diversos medios que se dedican a la producción de vehículos y por ambientalistas que lo toman como un elixir milagroso. Porque supuestamente reduce el impacto ambiental que el ser humano sigue produciendo.
Pero, la realidad no es como la venden. Y, es que, ciertamente, aunque el auto eléctrico no emite gases de efecto invernadero durante su uso, sí que los emite en su producción. Y, también, en su eliminación e incluso en la generación de energía eléctrica que necesita para hacerlo andar.
Es decir, que lo único verde es cuando está en funcionamiento, pero todo el proceso para hacerlo posible es igual o más contaminante.
Pero la comunidad científica y ciertas entidades llevan tiempo alarmándonos con el impacto ambiental, y vendiéndonos la idea de una solución verde en apariencia.
Y con esa premisa seguir impulsando políticas de Estado para prohibir el uso de automóviles que funcionen con gasolina, como en China, Costa Rica, Dinamarca, Francia, Alemania, la India, Israel y Japón. Inclusive la Unión Europea aprobó un reglamento para prohibir vender nuevos carros a gasolina, diésel o híbridos en todo su territorio a partir del 2035.
Algo lamentable, puesto que prohibir el uso de determinados vehículos solo generará un monopolio a favor de quienes se dediquen a la fabricación de ciertos modelos que el Estado permita circular.
En conclusión, es importante estudiar otros medios menos contaminantes para el medio ambiente, pero los vehículos electrónicos aún no lo son. Las prohibiciones no son una alternativa para fomentar su investigación, porque solo perjudicará al consumidor.
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