La tierra donde nacimos siempre estuvo dividida por arenales, por caudalosos ríos e inmensas cadenas montañosas. Hace sólo un siglo, viajar de Lima a Cusco demoraba meses, construir un ferrocarril de la capital a Huancayo fue un sueño que ocasionó la bancarrota nacional, si a ello incluimos la extensa y copiosa selva, es muralla tras muralla natural.
Si nuestra geografía nos divide, entonces ¿qué nos une? ¿La creatividad?, ¿el recurseo?, ¿la necesidad?, o ¿la diversidad?
Me hice estas preguntas mientras cruzaba con mi hija de 6 años el gran huaico que hace más de tres milenios dividió en dos el centro religioso de Caral y que, aparentemente, causó la migración de este pueblo hacia la ceja de selva de Áncash. Catástrofes cíclicas similares terminaron con las culturas Mochica y Chavín.
Parece ser que lo que nos une son las dificultades, las mismas que forjaron a nuestros héroes Grau, Bolognesi y Quiñones. Los retos y los obstáculos que hoy nos parecen imposibles, son los que forjan una nación.
Por supuesto que el reto es muy grande. El Perú cumplió 200 años de continuidad histórica y seguimos siendo un país desintegrado. Los esfuerzos por la regionalización planteada desde Toledo son el claro ejemplo de un fracaso. No solo eliminó las macroregiones, sino que favoreció la multiplicación de caciques locales con sus panacas reales completas viviendo del Estado. En ciertas cosas se ha retrocedido como el cangrejo.
TE PUEDE INTERESAR: Turismo gastronómico, cada vez más atractivo en el Perú
Pero en nuestros contrastes geográficos también encontramos la otra cara de la moneda: la resiliencia cultural. El peruano sufre, pero baila, ¡y cocina!, como pocos en el mundo. Nuestra amabilidad se expresa subliminalmente en nuestra cocina, como bien decía mi madre: en el hogar más pobre del Perú siempre encuentras un buen plato.
Basadre estaría de acuerdo: el Perú es más grande que sus problemas, y hay múltiples ejemplos de ello, pero debemos aprender urgentemente de nuestros errores, pues alrededor de una mesa servida todos están de acuerdo y felices, después, cuando viene el huaico, las cosas cambian.
Por ello, integrar geográficamente un país es también una tarea cultural. Sólo falta una gestión adecuada.
La infraestructura vial debe planearse considerando unir los tantos espacios arqueológicos que tiene el Perú, e invertir además, decididamente, en recuperar 50 de las más de 500 pirámides abandonadas en toda la costa peruana, creando rutas culturales regionales alrededor de los centros precolombinos como Caral, en Huarmey, o Chankillo, Sechín y Las Aldas en Casma, lo cual permitiría el incremento de visitantes locales y extranjeros que, a su vez, beneficiarían al restaurantero, al guía local, al pequeño hotelero, al arriero, pero sobre todo, aportarían los recursos económicos que requieren con urgencia los complejos arqueológicos para la investigación, mantenimiento y puesta en valor de sus vestigios.
La gran industria sin chimeneas, la que no contamina y llega a todas las personas, es una solución integral a nuestras dificultades.
El Perú es un reto constante y los grandes individuos, como las grandes naciones y civilizaciones, se forjan pese a sus dificultades, o gracias a ellas.
Cuando nos vemos al borde de un fenómeno de El Niño histórico uno se pregunta: ¿por dónde saldrá el próximo huaico? Las quebradas se activan como los conflictos sociales: cero limpieza, cero prevención y harta chicha. Caral tiene 4 intentos de invasiones ilegales cada año, pese a ello, sobrevive, como el Perú.
Parece ironía, pero no lo es. La lucha constante por resistir y renacer parece ser parte de la marca Perú.
En ILAD defendemos la democracia, la economía de mercado y los valores de la libertad. Síguenos en nuestras redes sociales: bit.ly/3IsMwd8
Artista visual