Han transcurrido más de veinte días estando aquí. El cielo de este verano me sorprende con su azul absoluto, inefable. A veces llueve de manera bíblica y el suelo se convierte en un gran espejo. Nunca lo he dicho, pero jamás he visto algo similar.
En esta mañana que me siento a escribir esta columna, compruebo que me encariño fácilmente con las personas, me enredo en su trato afable y a veces, deseo que el viaje nunca termine. Sé que todo lo que voy a escribir no será suficiente, nunca es suficiente. Hay tantas cosas por escribir sobre Medellín, tantas calles, tantos pueblitos, tantas miradas, tantas voces…
Por ejemplo, cuánto quisiera escribir sobre todo lo bueno que alberga este lugar, pero sería injusto (eso lo creo) teclear y ser ajeno al dolor que atraviesa el país. Sería anodino centrarse en el paisaje y las noches estrelladas de Antioquia cuando en este preciso momento la región del Chocó está de luto (tres días) por el derrumbe de una montaña que dejó 39 muertos y más de 20 heridos. Veo las imágenes de la tragedia ocurrida el 12 de enero y me estremezco.
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Pero sí podría escribir sobre el presidente Petro que llegó casi 48 horas después de lo ocurrido y, como dirían por estos lugares, llegó de afán ya que pronto voló a Guatemala para la posesión del presidente Bernardo Arévalo. ¿Qué hizo? Publicó un tweet prometiendo medio billón de pesos para terminar una vía y hacer obras de seguridad. No soy colombiano, pero ojalá le cumpla al Chocó y no ningunee a su país viajando como si estar por aquí fuera aburrido.
El exguerrillero (me refiero a Petro, claro está) es consciente de que su gobierno está siendo azotado por la opinión popular. Todo su discurso izquierdista se eclipsa por la seguidilla de casos que lo posicionan como uno de los peores presidentes. Hace unos días aceptó que “por ignorancia no cumplimos” los requisitos que llevaron a la pérdida de los Juegos Panamericanos 2027. Por otro lado, Verónica Alcocer (su esposa), está en el ojo de la tormenta ya que el portal político “La Silla Vacía” ha revelado que usó su poder para tener un séquito que le ha costado al Estado más de mil millones de pesos en el año y medio que su “amado” esposo lleva en el poder. Bajo la misma línea familiar la Fiscalía acusó formalmente a su hijo mayor Nicolás Petro Burgos por los delitos de enriquecimiento ilícito y lavado de activos. Queda claro que el derroche, la falta de austeridad y el nepotismo son el símbolo del gobierno de Petro. He aquí la izquierda en su máximo esplendor.
En unos días regreso a Perú con el baúl abarrotado de sonrisas, buenos deseos y, sobre todo, con esa sentencia de “por aquí te esperamos”. Me rehúso a creer que la vida se trata de despedidas. Tampoco creo que la vida sea ese sitio en el que la alegría, cuando llega, se tiñe casi siempre de tristeza y horror.
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Escritor y profesor